sexta-feira, abril 17, 2009

Momentos bajos

Los incidentes de los últimos meses han sido demoledores. A más de uno se nos ha pegado la boca al paladar durante semanas. Mi sentimiento, y mi consiguiente apartamiento de la pluma de modo total, sólo puede ser expresado mediante el Salmo 22, porque con propias palabras no podría:

“12 No te quedes lejos, porque acecha el peligro y no hay nadie para socorrerme. 13 Me rodea una manada de novillos, me acorralan toros de Basán; 14 abren sus fauces contra mí como leones rapaces y rugientes. 15 Soy como agua que se derrama y todos mis huesos están dislocados; mi corazón se ha vuelto como cera y se derrite en mi interior; 16 mi garganta está seca como una teja y la lengua se me pega al paladar. 17 Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies (*) y me hunden en el polvo de la muerte. 18 Yo puedo contar todos mis huesos; ellos me miran con aire de triunfo, 19 se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica.”

En este momento el Santo Padre está solo, muy solo. Últimamente los enemigos de Cristo y de la Iglesia golpean duro al Santo Padre. No sólo mediante ataques y sedicciones. Son los orcos vaticanos: los Fisichellas, los Kasper, los Re, los Lombardis y demás ralea, no pocos de ellos criaturas del abismo que anidan en la Secretaría de Estado. Pero también se le acercan al Santo Padre a musitarle a los oídos cualesquiera tipos de mentiras sobre la Tradición. Le dicen que somos insolidarios con el Romano Pontífice, que no reconocemos ningún Magisterio posterior al siglo XVI y no sé cuántas barbaridades y mentiras más.
Al Santo Padre ya no le llega la voz de quienes somos tradicionalistas para ser más romanos, no para serlo menos, la voz de quienes somos tradicionalistas para estar con y por el Papa. ¡Si el Santo Padre supiera cuánto sufrimos algunos por verle solo y rodeado de lobos!
¡Qué mentira más grande que no se acepta el Magisterio posterior al XVI! Que cualquiera vaya a cualquier Capilla de la Hermandad de San Pío X, el mayor grupo tradicionalista del mundo, y que vea por sí mismo qué fotografía allí impera (la del actual Papa, como antes fue la de Juan Pablo II) y qué Encíclicas allí se venden. ¡Anda que no hay Magisterio posterior al siglo XVI! Es más, es dentro de la Tradición donde con más tino y perseverancia se defiende la Doctrina Social de la Iglesia (construcción del siglo XIX y XX sobre todo), de tan poco predicamento entre otros grupos católicos llamados conservadores.
A los tradicionalistas se les arroja cualquier cosa, todo vale, contra ellos por criticar o simplemente señalar aquellos puntos donde puede haber habido ruptura con la Tradición. Hay una labor ya abierta de oposición a la Tradición, con docenas y docenas de Obispos a lo largo y ancho del mundo que se oponen al Motu Proprio por activa y por pasiva. Por ejemplo un Obispo portugués, un hijo de Satanás, llamó a un Sacerdote luso de simpatías tradicionalistas a su despacho y le preguntó si había dicho alguna vez la Misa Tridentina. Cuando el cura le respondió que no, que nunca la había dicho, el Obispo replicó: “pues le prevengo y le prohíbo que la diga jamás”.
Entretanto Conferencias Episcopales enteras (y mucho me temo que la portuguesa se lleva la palma) no son más que una colección miserable de heresiarcas de la peor especie. Entretanto herejes y cismáticos reciben cualquier apoyo oficial, tolerancia máxima sin punición ni corrección alguna a sus aberraciones pero el menor problema administrativo de un tradicionalista es bestialmente castigado. Entretanto curas que favorecen abortos –como en Barcelona- reciben premios oficiales sin que su Obispo, el perro mudo Cardenal Sistach, haga nada ni le sancione o que en un Hospital supuestamente católico de una diócesis de la Lusitania interior –donde el Obispado tiene voz y voto en su Patronato … ¿o debería escribir “cabronato”?- se llegaran a hacer abortos durante años sin que el Obispo alzara siquiera su voz. Entretanto el todopoderoso Cardenal Rouco Varela de Madrid hostiga cuanto puede a la Tradición (y menos mal que no puede más, ¡gracias, Santo Padre, por el Motu Proprio!), pero devuelve una parroquia en Vallecas a un aquelarre de Sacerdotes liberacionistas donde cualquier abuso –alguno incluso sacrílego- contra la Fe y la Liturgia tiene lugar.
El catálogo de herejías, de desviaciones de la Doctrina, de desviaciones en la Teología Moral de cualquier índole, en todo el mundo es cuasi-infinito.
¿Y qué decir de esta otra tierra mía, Gran Bretaña? Baste leer el recuento de la persecución a cristianos que Martin Blackshaw, auténtico bastión de la Tradición en Escocia, nos proporciona. Igual que precedieron todas las revoluciones con su particular Guerra Civil los ingleses se anticipan a todas las estrategias de la persecución a los católicos que ya se palpa. La consecuencia que suele desprenderse del descreimiento no es otra que la persecución. Ya estamos en esas coordenadas.
El modernismo no es sólo la cloaca de todas las herejías; es prácticamente su exposición completa. Y encima interactiva.
El penoso affaire Williamson, donde pareciera que el Obispo inglés no tuviera suficientemente en cuenta las muchísimas debilidades argumentales de los historiadores revisionistas, ha servido de detonante para que la cola del diablo barra de un plumazo mucho trabajo –y bueno- de años. Pero que nadie se engañe: Williamson ha sido una excusa y una cortina de humo. Un Obispo enormemente ingenuo (y la ingenuidad a su edad y con el estado de perfección episcopal es pecado, y grave) que se dejó atrapar.
Es curioso que estas imprudentes y –desde mi punto de vista- erradas declaraciones de Monseñor Williamson salieran justo cuando el arreglo y remisión de las excomuniones tuvo lugar cuando habían sido hechas meses ha. Dios escribe recto con renglones torcidos, y el formidable error de Williamson ha servido para clarificar campos. Lo que Williamson sirvió para ocultar inicialmente fue el ataque taimado, perfectamente calculado, de aquellos que desde dentro de Roma arremetieron con fuerza inusitada contra la Iglesia y contra el Santo Padre. Luego ha resultado que se va viendo quiénes son los demoledores de la Fe y quiénes los defensores de ésta. Y el Papa va sabiendo quién es quién, cosa nada fácil en una estructura hiperburocratizada por Juan Pablo II puesto que con el Papa polaco la estructura vaticana pasó de 1000 a unos 3500 hombres, y esto acarrea problemas sinnúmero.
No deja de ser preocupante la acción concreta de la dirección de la Hermanad de San Pío X (SSPX): poder arreglar la situación canónica en que ellos se encuentran y no hacerlo. Algunos en la cúpula de la Hermandad sostienen que hay que arreglar primero lo doctrinal y luego lo canónico. Eso es pegarse un tiro en los pies en relación al apostolado que se puede hacer. La última carta al respecto del Santo Padre al enfatizar la irregularidad canónica da alas a los enemigos de la Tradición y flaco favor le ha hecho el Santo Padre a la Tradición con todo ello. Pero la SSPX bien pudo haber abortado todo esto. Honestamente no sé si algunos de estos ribetes del estado de necesidad pueden ser mantenidos en buena lógica. ¿Qué hubiera costado a Monseñor Fellay el pedir la regularización de todos los Sacerdotes de la SSPX al tiempo que se gestionó la remisión de las excomuniones? Craso error no haber aprovechado este punto para dar un paso más que hubiera facilitado la solución canónica que, a mi juicio, puede y debe preceder a las discusiones doctrinales. Y esto por motivos no solamente prácticos, sino también prudenciales.
Y esta regularización de los Sacerdotes tradicionalistas independientemente de la forma canónica que la regularización institucional pudiera tener después.
Desde mi punto de vista una figura emerge poderosa en su aparente derrota: el Cardenal Castrillón Hoyos. Su Eminencia es a día de hoy atacado por los mismos que atacan a la Iglesia y al Papa y existe un complot de desprestigio hacia el Cardenal. Estoy plenamente convencido que este hombre fue un Obispo “político” al uso, con tendencias liberales, pero los años, Roma y la cercanía a la Tradición le han transformado en un auténtico Príncipe de la Iglesia. Ha demostrado amar a la Esposa Mística de Cristo y lo que el pobre Cardenal ahora está pasando es un martirio seco en toda regla.
Si alguien sigue de cerca en particular lo que se está gestando en Colombia contra Su Eminencia, es enormemente curioso, porque resulta que es de medios vinculados la Logia masónica –El Espectador, por ejemplo, entre otros- en la Patria colombiana desde donde vienen los tiros hacia el Cardenal. Ante esta campaña de los medios masónicos hay que preguntarse por qué y para qué. Personalmente pienso que quieren desanimar a Su Eminencia al tiempo que ensuciar su reputación e imagen dentro de la Curia y distanciarle del Santo Padre. Dudo mucho que un hombre de la fibra del Cardenal, ya de vuelta de todo y curtido en mil y una batallas, se desanime; pero tengo miedo que el Papa caiga en la trampa de quienes ahora le mienten sobre el Cardenal y sobre otros asuntos relacionados con la Tradición.
La historia le hará justicia y la valentía que ha derrochado el Cardenal tendrá su justo pago porque ante Dios no hay héroe anónimo y Castrillón ha demostrado ser un hombre de Dios. Que haya sido poco comprendido por algunos –incluyendo algunos interlocutores de la SSPX no suficientemente capaces- y que haya sido golpeado hasta la saciedad por los enemigos de Dios y de la Iglesia que acechan en el Vaticano, nada quita ni pone.
Más aún diré: las actuaciones y declaraciones de Monseñor Fellay en tiempos recientes han sido prudentes, cabales y enormemente acertadas. Y esto es algo que da un hálito de esperanza incluso en estos momentos bajos.
Y más todavía: Monseñor Williamson con su pésima actuación no sólo ha machacado su apostolado episcopal sino, algo de lo que pocos hablan, se ha perdido posiblemente el mejor interlocutor que Roma hubiera podido tener entre los cuatro Obispos tradicionales, aquel con más capacidad de diálogo fructífero y con más Romanitas. Una pena para él pero, peor todavía, una pena para toda la Iglesia.
Son momentos bajos. Muy bajos. Porque la regeneración de la Iglesia tiene dos vectores fundamentales. En primer lugar la vivificación de la Fe por parte de la Tradición dentro de la Iglesia y, en segundo lugar, la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón. Y como acertadísimamente la SSPX ha propuesto con una Cruzada de millones de Rosarios para implorar al Altísimo y al Papa que esto suceda, ya hablaremos otro día sobre este particular. Pero de momento ni la reintegración de la Tradición ni la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón han sucedido. Así nos va.
Ahora no nos queda sino poner nuestra confianza en Dios. Rezar mucho y hacer mucha penitencia. Ya no es posible una esperanza humana en el momento que atravesamos. Sólo Dios, y a través de la Virgen María Santísima, nos sacará de este atolladero. Recemos, muy particularmente, para que el Papa pierda la frialdad que últimamente pareciera manifestar hacia la Tradición.
Pero a veces, como decía un excelente Cardenal hispanoamericano, la Misericordia de Dios es tal que hasta hace que se recupere cierta esperanza en algunos hombres … aunque nunca quepa confiar en estos últimos.

Rafael Castela Santos

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