domingo, setembro 28, 2008

Escolios geopolíticos de un católico

La reciente situación en el Cáucaso no es un asunto local. El “Partido de la Guerra”, el seccionalista Partido Republicano recauchutado con neoconservadores (trotskistas globalistas en lo político y ultracapitalistas en lo económico), parece empeñado en provocar la guerra en el Asia. No contentos con sus fracasadas aventuras en Irak y Afganistán, ahora quieren meterse en Irán.
Resulta paradójico, pues tales hechos van ya incluso contra los propios intereses de los Estados Unidos. Este mismo parecer, quizás este mismo grupo con otros ropajes, también se ha adueñado del Partido Demócrata. Sus posiciones en política exterior son idénticas, así que la dicotomía entre ambas formaciones políticas es nula. Hay un pensamiento único. Algunos de los datos de política interior de los Estados Unidos son preocupantes pues apuntan hacia una clara disminución de las libertades de los ciudadanos estadounidenses.
A diferencia de muchos de mis amigos, creo que -en este caso concreto de Georgia- Rusia tenía razón y toda la razón. La historia (ni Abjasia ni Osetia fueron parte de Georgia, salvo en las maquinaciones de Stalin) y el ataque brutal e indiscriminado de los georgianos –dirigidos por un hombre muy poco demócrata y con rasgos psicópatas- contra Osetia del Sur descalifican el criminal (tanto en precedentes como en concomitantes) ataque y las pretensiones de Georgia sobre estos dos territorios.
Empero no es el análisis a pie de obra lo que nos ocupa. Quienes sean lectores habituales de A Casa de Sarto saben bien que no solemos estar pegados a los acontecimientos y que si algo cultivamos en esta bitácora es tratar de mirar los acontecimientos sub specie aeternitatis.
¿Cuáles son, pues, las consecuencias a extraer? En primer lugar el poder dado al Asia, que no hace falta demostrar dado el enorme poder –y no sólo económico- que China e India tienen hoy día. Este poder dado al Asia no es sino el cumplimiento de una profecía del Apokalypsis, de las Sagradas Escrituras. En segundo lugar que se está calentando el vientre del mundo, toda esa región que va desde el Asia Central hasta Tierra Santa (la situación en el Medio Oriente es también preocupante). En tercer lugar el recrudecimiento de la persecución contra cristianos en todo el mundo, incluso en los territorios otrora cristianos (véase la persecución contra los católicos y contra todo lo católico que sucede actualmente en España, por ejemplo).
Para un católico el peligro de la Cristiandad viene del Asia: el Islam, los mogoles, el rechazo de Cristo salvo en las Filipinas, alguna zona de la India y poco más, etc., configuran este continente como la más potente amenaza a la Cristiandad –o a lo que resta de ella-. Incluso los romanos, buenos conocedores de la realidad en que vivían, eran inmisericordes con el Asia, con los persas. Ni con los más aguerridos bárbaros del norte tenían ese miedo, ese temor instintivo, que tenían al Asia.
China es un país dominado todavía por el comunismo, algo que frecuentemente se olvida, y que persigue a los católicos de manera sutil, pero implacable. Su penetración económica a nivel mundial es formidable, pero también lo es la cantidad de chinos que se están asentando en todas las partes del globo pudiendo estos llegar a constituir, eventualmente, una quinta columna. Si algo caracteriza las comunidades chinas, incluso sus famosas mafias (tríadas), es su hermetismo. China es una civilización termita, una civilización que sigue controlada por un férreo Partido Comunista que impone esta ideología, intrínsecamente mala según las enseñanzas de los Papas, a machamartillo. China tiene un plan de control y dominio mundial, y esto viene de hace muchos años porque China –civilización milenaria- no tiene las prisas del Occidente ilustrado. China tiene cientos de millones de sus ciudadanos esclavizados y a prácticamente todos ellos amordazados. China se está rearmando hasta los dientes. China es ya, militar, gepolítica y económicamente, una potencia de primer orden.
Rusia está basculando peligrosamente hacia China. No sólo se está dejando penetrar económicamente muchísimo, sino que los chinos en Moscú o San Peterburgo son ya parte habitual del paisaje urbano. Chinos que, por cierto, suelen actuar de manera prepotente y enojar bastante a los locales, como hemos podido comprobar. Rusia ha firmado varios acuerdos de cooperación con China, a sabiendas de las apetencias que tiene China sobre la vasta planicie siberiana. Más aún, Rusia está haciendo un transvase de tecnología militar –y la nueva tecnología militar rusa es simplemente excelente- a China, amén de rearmarles hasta los dientes.
Rusia, sin embargo, sabe que sus enemigos vienen del este y del sur. Siglos le costó a los rusos el poder neutralizar a los tártaros y sus luchas con los musulmanes, sobre todo los otomanos, sólo pueden ser comprendidas por los únicos pueblos de Europa que sufrieron idéntico azote mahometano: españoles y portugueses … siempre que nuestro olvido de nuestra propia historia, nuestra estulticia, nuestra renuncia a nuestro ser y nuestro desvencijamiento moral nos lo permitan. Los Estados Unidos, al hostigar a Rusia de manera tan gratuita como imprudente, están provocando que Rusia haga alianzas que –en el fondo- son antinaturales: con chinos –los nuevos mogoles- y con musulmanes.
Con varios conflictos posibles en ese vientre del mundo del que hablaba (Irán, Georgia, Israel, etc.) amén de los ya existentes (Afganistán, Irak …) y con una situación mundial enormemente volátil por la situación económica mundial, la posibilidad de ignición de un conflicto que pudiera extenderse rápidamente y acabar en deflagración mundial es muy alta. Si así sucediera se generaría un potentísimo vector geopolítico de fuerza este-oeste que llevaría a rusos a invadir Europa (salvo zonas del sur de Europa que podrían ser invadidas por la intrínseca expansividad del Islam, siempre brutal) y a los chinos podría llevarles a expandirse por todo el Asia. Incluso los chinos podrían castigar severamente el continente americano. Ganas no le faltan a los chinos de humillar a los yanquis. No puedo explicar los mecanismos de cómo se genera este vector, pero cualquier interesado en la geopolítica sabe que es así.
Quizás la mayor debilidad rusa estribe en su reducida población. Con su vasto territorio si encima tuvieran que invadir otros países, el talón de Aquiles demográfico sería demasiado fuerte. China, que no tiene problemas demográficos, y puede montar fácilmente un ejército de 120 millones de personas, podría aprovechar este momento de relativa debilidad rusa para atacarles por la espalda.
Rusia ha demostrado cierta capacidad de autocontención y prudencia –muy de alabar- en estos últimos meses en relación a Occidente. Pero Rusia está siendo harto imprudente en sus alianzas con China. Lo cierto es que Rusia es Europa. Es una parte sustancial de Europa. Es, de hecho, la mayor defensa de Europa contra el Asia.
Como católico no dejo de asombrarme que el Santo Padre siga desafiando a la Santísima Virgen y desobedeciendo los deseos del Cielo al postergar sine die la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón. Humanamente, confieso, veo todo este panorama geopolítico cada vez más erizado; para mí ya un heraldo de un Castigo muy fuerte que se viene sobre la humanidad, pero en particular sobre el Occidente apóstata.
La mayor parte del Protestantismo está perdido. Se ha vuelto un instrumento de primera en manos del Quinto Imperio, el anglosajón: aquel que allana el camino al Anticristo, como el Padre Castellani nos recordara siempre. En figuras como el Patriarca de Moscú, Alexis II, veo una prefiguración del día que el Ortodoxismo se reintegre a Roma, por difícil que pueda parecer en estos momentos. Con un Catolicismo completamente herido por el racionalismo, el naturalismo y el modernismo emanantes del Vaticano II, nuestra lucha por la Tradición resulta –curiosamente- muchísimo mejor comprendida por los ortodoxos. Ellos, a Dios gracias y quizás por su siempre sentida y cumplida devoción mariana, no han hecho mutaciones doctrinales. En contactos recientes que he podido tener con liturgias orientales veo una fuerza y un espíritu formidables de los que apenas el Rito Tridentino –también silenciado y amordazado él por la canalla episcopal en Occidente- representa algo similar, si bien el tono romano siempre es de serenidad y mesura.
Y que nadie se escandalice si hablo de canalla episcopal, porque canallas son quienes quieren ahogar el Santo Sacrificio de la Misa, quienes lo boicotean, lo prohiben, lo silencian, lo laminan, lo erosionan, lo atacan (de palabra, obra u omisión), como algún gallego malhadado y cabrón que aflige cierta importante diócesis española y se hace acompañar de Vicarios que son la gentuza más anticaritativa y farisaica que me he echado a la cara, capaces de negarles algunos de ellos ayuda a una religiosa de clausura enferma y necesitada.
No hay color entre el Novus Ordo, un rito que lo menos que se puede decir de él es que está protestantizado (es decir, cercena la Gracia) y que por tanto resulta peligroso, y el Rito Tradicional. Canallas son, sí, todos aquellos que dificultan aún en lo más mínimo el Rito de siempre, el rito sempiterno declarado Dogma por San Pío V. Pero no digamos de esta canalla que son católicos porque a lo más que llegan es a pseudocatólicos, a tibios de los cuales ruego a Dios Nuestro Señor encarecidamente tenga a bien vomitarlos de su boca lo antes posible si no cejan en su empeño de machacar la Tradición.
Todo lo anterior configura un nudo gordiano que resulta difícilísimo desenlazar. Sólo el Santo Padre, que tiene las llaves de Pedro hacia arriba, esas llaves que abren las puertas del Cielo, tiene la clave para hacer que el depósito de la Fe -la Tradición- reconquiste la Iglesia, Rusia vuelva a Europa, el Ortodoxismo a Roma y Cristo a reinar sobre nuestras sociedades: la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón.
Recemos y ofrezcamos nuestras cruces por esta intención, la de la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón.

Rafael Castela Santos

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