segunda-feira, maio 01, 2006

Ignacio Anzoátegui, que estás en los cielos ...


Dos de mis amigos, BOS y O Corcunda, gustarán de este texto y de este autor ... o eso espero.
Al autor de Nova Frente, a quien nombrarle un autor nuevo para él es tarea poco menos que imposible –que seguro ya conoce a Anzoátegui-, le agradará saber de este falangista argentino, católico a ultranza, formidable polígrafo, como a él le gusta decir. Ignacio Anzoátegui es de ese sector católico de la Falange que, para mí, constituye lo más potable de Falange y que hasta nuestros días ha tenido continuación de mano de gentes como Permuy Rey, quien sigue enarbolando la bandera rojinegra coronada por la Cruz de Jesucristo. Como católico y ejemplar fue ese héroe de José Antonio Primo de Rivera.
Al timón de O Pasquim da Reacção, está alguien que –como yo- siente un cierto temor instintivo por cualquier sistema político cerrado que pretenda imponer un orden político deductivamente y que, con su leve toque angloirlandés, apetece –como yo- aquellas ideas políticas que quieren un orden romano y cristiano construído inductivamente desde la base (como es el caso del Carlismo). A O Corcunda es bueno dejarle saber que Falange siempre fue un filón no sólo de buena poesía y buena literatura pero también un sitio donde gente muy noble, muy generosa y muy hidalga, muy inteligente y dotada de buena pluma luchaba por las Españas y por la Cristiandad.
Falange salió de las fronteras españolas, con diversos matices, y tuvo eco en sitios tan distantes como Puerto Rico, Venezuela, Argentina y otros lugares hispanoamericanos. Y también tuvo eco más que notable en sitios muy próximos como Portugal.
Con urgencia hay que recuperar a Ignacio B. Anzoátegui. Es por esto que invito a todos a que entren en el alfarrabio de Nueva Hispanidad y compren en línea todos cuantos títulos puedan de este autor. Hay que desempolvarle ya. No podemos permitirnos estar sin Ignacio Anzoátegui.
Y como para muestra vale un botón, aquí les dejo con un texto sacado de su libro Tres Ensayos Españoles, donde Anzoátegui en esa prosa tan ágil y tan idiosincrática nos contrapone al hombre medieval con el hombre moderno para acabar defendiendo Trono y el Altar.

Rafael Castela Santos


“El hombre medieval sentía el olor del pecado; el hombre moderno se empeña en ponerle al pecado olor a desinfectante. El hombre medioeval hacía penitencia después de pecar, el hombre moderno adopta precauciones antes de pecar. El hombre medioeval corría el riesgo de la inmundicia; el hombre moderno se procura un seguro de higiene. El hombre moderno es el animal que se cree a sí mismo algo más que un hombre y sostiene que el hombre es algo menos que un animal. Es el animal que utiliza su inteligencia para predicar al hombre la primacía del instinto: la primacía de un instinto que él mismo crea en el hombre, como si éste no tuviera demasiado trabajo con sus instintos. Es el animal que inventa una selva para el hombre religioso e inventa una selva para el hombre político; el animal que inventa una nueva especie de hambre para el hombre político: una selva y un hambre que obligan al hombre a creerse algo menos que un animal. Es el animal que proclama la santidad de la animalidad. Es el hombre resentido contra la grandeza de la Iglesia y contra la grandeza del Reino; el animal que levanta al hombre contra la Autoridad y contra el ungido por la Autoridad: porque el desorden religioso lleva necesariamente a todas las formas del desorden, como todas las formas del orden llevan necesariamente al orden romano. El hombre moderno es el enemigo del orden porque es el esclavo de su rebeldía; es el animal que persigue la instalación de un orden inventado por él, porque él es impotente para vivir en el orden. Es el enemigo de la Iglesia porque la Iglesia pone orden en las almas y es el enemigo del Reino porque el Reino asegura el orden de los hombres. Es el animal que, por el camino de la higiene, quiere convertir al hombre en un animal de apetito carnívoro y de digestión vegetariana y es el animal que, por el camino de la fraternidad, quiere convertir a la sociedad de los hombres en una sociedad de moluscos anémicos. Porque el hombre moderno quiere, a todo trance, suprimir el heroísmo.”

Ignacio B. Anzoátegui

(RCS)

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