quarta-feira, abril 06, 2005

De la barbarie a la civilización

Si tuviera que definir en una sola frase mi visita a la Argentina, para alguien que arranca desde Nueva York, ésta tendría que ser algo así como “de la barbarie a la civilización”. De ahí el título.
Los usos y costumbres de la Argentina son, todavía, los de un país civilizado. Buenos Aires me producía una extraña sensación de déjà vu con Madrid. Si no fuera por pequeños detalles, como el pegajoso y maravilloso acento porteño, uno se siente exactamente igual que en Madrid. Esto haría las delicias de amigos como Pedro Guedes, JLL u otros conocedores y amadores lusos de la capital española. Quien escribe, que es de campo, siente una profunda aversión por las ciudades grandes, pero siempre gustó de Madrid su acogedor estilo, repetido y amplificado en Buenos Aires. Para quien haya conocido la villa y corte madrileña de los setenta, “cuando todavía daba gusto vivir” –por parafrasear a Tocqueville hablando del Antiguo Régimen-, Buenos Aires resulta una auténtica máquina en el tiempo.
Se me agolpan en la memoria pequeños detalles, tales como el ir a comprar un traje y recibir un trato no solamente profesional, sino también cálido, como un verdadero ser humano. Alguien a quien genuinamente le importaba no ya la satisfacción del cliente, sino que quedase bien vestido por encima de cualquier otra consideración. O la interacción con los camareros en distintos restaurantes y establecimientos, siempre pulcramente vestidos y enormemente amables y profesionales. Acostumbrado al pésimo trato, o maltrato, de Nueva York por parte de los “waiters” (que hacen gala de impaciencia y raramente saben esperar) cuya edad máxima es 20 años y que ignoran todo sobre su profesión, el que a uno le respeten profesionales maduros y le traten como a una persona creo que es suficiente motivo para el título que se da a este “post”.
Dicho lo anterior difícilmente uno come carne de mejor calidad en el mundo que en Argentina, como prueba El Desnivel, una parrillería sin parangón. A un cambio del dólar de casi tres pesos por unidad de la moneda norteamericana, que en el caso del euro es incluso cuatro, los precios resultan más que asequibles en general para quien viene del exterior. Mal sitio para venir en Cuaresma, pero óptimo para la alegría que debe imperar en el tiempo litúrgico pascual.
No pude ir a ver el partido de Argentina contra Colombia, ni tampoco alguno de los que se celebró el domingo siguiente. Reparaba en que en este momento es el dúo Riquelme-Forlán, del Villarreal, el mejor duplo del balompié español. Riquelme es un centrocampista procedente del club más grande del fútbol rioplatense, el Boca Juniors, y Forlán es de Uruguay, provincia oriental del Virreinato del Plata artificialmente separada de Argentina para que los ingleses pudieran seguir con sus actividades de piratería en la zona, a la que siempre han sido tan adictos. Pero es que la calidad del fútbol argentino uno la ve por las plazas, por las calles, donde los niños juegan al fútbol con una pasión quizás solo comparable a la brasileña, con unas divisiones inferiores mejores que las de l mayoría de las primeras ligas europeas y con un estilo de juego basado en la técnica depurada, el pase corto y rápido y la inteligencia que es una auténtica maravilla. Viendo un programa resumen el domingo por la noche me percaté de que el fútbol en Argentina frisa el arte, a juzgar por la bellísima factura de no menos de una docena de goles del torneo de apertura.
Pasear por la Avenida de Corrientes un sábado a la noche, casi a las dos de la madrugada, y encontrarse con docenas de librerías abiertas y harto concurridas es sencillamente el incuestionable ejemplo de que los argentinos siguen siendo un país de gente que ama la lectura y que siguen siendo pese a todos los pesares el más educado país hispanoamericano. No pude por menos de tener saudade de mi hermano en la Fe JSarto, a quien hubiera maravillado esta “orgía de alfarrabismo” y a quien voy a tentar de envidia. Para moderar la tentación a este pecado de JSarto y no ser cruel, nada mejor que para el director de este blog que mandarle por correo marítimo media docena de libros de Castellani y otros autores afines, alguno de ellos incluídos en su lista de solicitados, y que le llegarán a su domicilio las próximas semanas.
Que la civilización y la catolicidad producen efectos es indudable. El ejemplo más obvio es el de las mujeres bonaerenses. Ya me percaté al poco de poner el pie en el aeropuerto de Ezeiza que las “minas” (como el lunfardo designa a las mujeres) argentinas son bellísimas. Buenos Aires en particular y Argentina en general son uno de los lugares más paneuropeos del mundo. Añádese a esto el toque nativo de guaraníes, collas, bolivianos y otros pueblos nativos cuyo sumatorio es de tal calibre que admito haber estado en múltiples ocasiones distraído y subyugado, cuando no inadvertidamente en las mismísimas fronteras del Noveno Mandamiento, por mor de la belleza femenina del antiguo Virreinato del Plata. La argentina media, mezcla de sangre italiana y española, tiene tal estilo y cuido de sí misma, amén de feminidad, que es lo opuesto de la mujer americana media, feminista, mandona, poco elegante y a menudo bastante histérica, al menos en la costa este. Si añadimos que Buenos Aires está en estos días llenas de brasileños y brasileñas, y que las cariocas, a menudo de piel más oscura y de una belleza física asimismo apabullante, dan un toque de color a esta variedad enorme que uno ve en Buenos Aires, no pude por menos que reírme de todos esos cabezas rapadas que abogan por no sé qué imbecilidades de la pureza de la raza y otras majaderías. Hasta en uno de los barrios judíos de Buenos Aires, “la once”, las judías argentinas –también ashkenazis en su mayoría- demuestran más estilo y saber estar que sus contrapartidas norteamericanas. Con todo me quedo con el formidable trato dispensado por los sefarditas bonaerenses, de quien sin duda por hispano estoy mucho más cerca de corazón, cerebro y ortodoxia, como se demostró en una interesante discusión con una pareja de sefarditas en un lugar de tango a altas horas de la madrugada. He aquí otro ejemplo de cómo la cultura tiene más peso que la raza cuando es el día a día lo que cuenta.
El amigo BOS, de quien me separa posiblemente menos de lo que parece, como él ya ha insinuado, pero que inevitablemente habrá de sufrir en sus carnes la provocación al debate sobre Mit Brennender Sorge, añadirá esta última pena a la mucha de haber tenido que sufrir en sus retinas a las mujeres neoyorquinas, auténticas inductoras de misoginia muchas ellas.
Recién aterrizado en la Argentina decidí ir al Seminario de la Reja, el secreto mejor guardado de la Tradición. Un viejo amigo, un Sacerdote tradicionalista al que hacía catorce años que no veía, me recibió el mismísimo Sábado de Pascua. Poder concretar mis experiencias en unas cuantas palabras me resulta enormemente difícil. Qusiera hablar de la vida, de las personas, y no tanto de los edificios, aunque también. ¿Por dónde empezar? La escola de La Reja, que no llega ni a ocho voces masculinas, es sencillamente impresionante. La puridad del canto gregoriano que llena los espacios del Seminario Internacional de La Reja (con seminaristas de 8 naciones distintas, la mitad de ellos argentinos y la mitad extranjeros) es digna de todo elogio.
Aprovecho para hacer un paréntesis expresamente dedicado a nuestros hermanos tradicionalistas brasileños y decirles que pude conocer personalmente a un conocido “bazooka” (nombre que los argentinos dan a los brasileños … ¿será por los goles de Ronaldinho?), antiguo fautor de la blogosfera lusófona, quien actualmente está en el primer año, de Humanidades, del Seminario de la Reja. No solamente este joven, sino conocer a alguno de los otros seminaristas como un ingeniero superior chileno o un hombre que estaba a punto de casarse y a quien todo iba viento en popa en la vida, quienes decidieron renunciar a todos y optar por el Sacerdocio de Cristo, me produjo una gran satisfacción y devino en un gran motivo de esperanza sólo ahogada por mis mediocridades y pecados.
No puedo por menos de hacer una reflexión sobre la recién terminada Iglesia de la Inmaculada Concepción, nuevo templo de La Reja. Sorprendería la simbiosis, sin duda alguna providencial, entre el estilo barroco hispanoargentino y el neocolonial portugués con que está construída. Sirva como ejemplo que dicha iglesia está decorada con la cruz portuguesa por doquier. Lógico, también, que ambos estilos se sinteticen en la consagración del bellísimo templo a la Santísima Virgen María, vocación profunda tanto de Portugal como España y también de toda la Hispanidad. Insisto: providencial la acertadísima y equilibrada mezcla artística hispano-portuguesa en el mismo corazón de la Pampa.
Alrededor de la Reja se han ido agrupando unas cuantas familias tradicionalistas. Hay una pequeña escuela donde se educa a los chicos en la Tradición, en la verdadera y sempiterna Tradición Católica y esto, indefectiblemente, deviene en frutos. No hay más que ver los modos y costumbres que estos niños y adolescentes despliegan para darse cuenta que la verdadera Fe, como lo fue con San Benito, es profundamente civilizadora. Las casas, la jovialidad de sus gentes, la educación de los chicos, la comida … todo habla en católico. Y si esto es bien palpable en La Reja de alguna manera lo sigue siendo en todo Buenos Aires y Argentina en su conjunto. Estimo, adicto confeso y convicto como soy a Martín Fierro y simpatizante de los federales argentinos (versión decimonónica de los carlistas españoles y/o miguelistas-integralistas portugueses) que esto es todavía más palpable en el interior.
No puedo finalizar esta crónica viajera sin antes señalar el enorme respeto y dolor con que se ha vivido en Argentina a la muerte del Santo Padre. Tal profusión y efusión de Fe Católica de una manera pública no pasará inadvertido a los ojos de Dios y contrasta con la vergonzante costumbre pública de los españoles ante la misma circunstancia.
Lo mejor es que mi agenda ya anuncia una visita a lo que aquí llaman el “NOA” (Noroeste argentino), tierra del Padre Castellani en los próximos meses. En medio de las muchas tribulaciones de la vida puedo decir que he visto a España mucho más en Argentina que en España, lo que tampoco me extraña dado el grado de bastardización de la vida y la política españolas, con un gobierno cuyo único objetivo sigue siendo la destrucción de todo cuanto católico hay en España. Para un pesimista (dicen que un pesimista es un optimista bien informado) como yo respecto a España, a la que veo morir agonizante, me queda el consuelo de que España, la España eterna, católica e imperial, vive en Argentina, en Bolivia, en Perú … y en toda Hispanoamérica.
A punto de tomar el avión para la vuelta a los territorios bárbaros del norte me cuesta explicar a los lectores de A Casa de Sarto lo mucho que me duele abandonar estas tierras argentinas donde verdaderamente me he sentido como en casa. Para un condenado al ostracismo como yo la tristeza que me invade de no estar en la Hispania primigenia o en las muchas Hispanias que en este mundo son, se me hace más dolorosa que nunca.
Me pregunto si el Paraíso se asentará en Argentina.
Tampoco me extrañaría.

Desde la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto del Buen Aire, en el Anno Domini de 2005, a 4 de Abril y a punto de regresar a la barbarie como castigo a mis pecados

Rafael Castela Santos

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